jueves, 21 de marzo de 2019

Tercer fragmento del diario de la Compañía del Águila escrito por Galnor

Gadesia, 13 de Mayo del año 1250 de la Tercera Edad



 

A la mañana siguiente, una vez mas nos volvimos a encontrar con nuestro misterioso informante y fue entonces cuando pusimos en marcha nuestra jugada. Conseguimos atraparlo en un callejón y forzarle a revelar su identidad. Iba con la cabeza tapada y con ropas similares a los lugareños por lo que supuse que estaba intentando ocultar su identidad.
-Ahora habla y no nos hagas perder el tiempo- dijo Erlendur, claramente enfadado.
-¡Esperad! ¡Es él! -gritó Pangurix.
-¡Es cierto! -dijo Halad- Su cara se parece bastante a la del cartel.
Y nuestro misterioso informante se descubrió la cabeza. En efecto, era el príncipe Balagos.
-¡Todo este tiempo ha estado burlándose de nosotros! -dijo Lidack.
-No, no lo entendéis -empezó diciendo Balagos- tenía que asegurarme que no fueseis espías de mi tío.
-Deberías tener más cuidado -dijo Erlendur bastante serio- Tal vez lo seamos y solo te estamos haciendo bajar la guardia.
-Es difícil que lo seáis -dijo Balagos señalándonos a mi y a Erlendur- Según tengo entendido, es difícil que malas personas vistan atuendos que lleven la hoja verde de Lorien.
-De acuerdo, ha hecho sus deberes. Ahora dinos, ¿cuál es tu situación? -pregunté.
-Hace 6 años escapé de los dominios de mi tío el cual usurpó el trono de mi padre a su muerte. Nunca me hubiera esperado ese cambio de actitud por su parte. Desde entonces, me he mantenido siempre alerta. Unos criados del castillo aún leales a mi padre me ayudaron a escapar y poco después, en la lejanía, escuché los gritos de todos y que se me buscaba. Vagué sin rumbo fijo hasta que conocí a Cirdan, el carpintero de barcos el cual me facilitó un pequeño navío para huir. Y por cosa del destino aquí me encuentro.
-Entonces, llevas 6 años sin saber nada de la Tierra Media...
Esto me generaba cada vez más dudas. Pangurix nos reunió para encontrar a Balagos y resulta que nos encontramos con alguien que se ha mantenido ajeno a los problemas de su tierra. En todos mis años de viaje jamás me he topado con alguien así. Aunque pensándolo de otra forma, tal vez es que no ha podido volver aunque quisiera. Yo realmente esperaba que esto no fuera en vano.
-Ahora que estáis aquí, ¿podría volver junto a vosotros? He de saber que le ocurre a mi hogar -nos soltó Balagos.
Sonreí para mis adentros. No es alguien mezquino y egoísta como se rumoreaba. Es alguien que de verdad quiere a su pueblo.
-¡Y ahora, toca la siguiente parte de la misión! -anunció Pangurix- ¡Ayudaremos al príncipe Balagos a recuperar su reino!
Todos salvo Erlendur y yo se sorprendieron ante esa declaración. En cierto modo, ya sabíamos que todo iba a acabar con un derramamiento de sangre tarde o temprano.
Durante mis dos años en Rivendel, Elrond siempre me decía que en algunos casos, la lucha era inevitable. Que por muy buena que fuera mi capacidad oratoria, siempre iba a haber alguien que no quisiera aceptarlo y eso conduciría a un enfrentamiento. A pesar de que sigo con esa espina clavada, Elrond me hizo entender que lo que ocurrió en Angmar era inevitable y en esa época el destino se puso en marcha para Erlendur y para mi. Hoy me hallo ante otra de esas situaciones muchos años después.
-¡De acuerdo! -dije en voz alta- ¡Afrontaremos esto de la mejor forma que podamos!
Erlendur, con la mano en su espada, asintió e incluso una ligera sonrisa se dibujó en su cara, dándome a entender que estaba totalmente preparado para esto.
-Necesitamos buscar gente, Galnor -dijo Halad.
-Les podemos pedir a los enanos de mi tierra que nos ayuden -mencionó Lidack.
-Y yo a mi vuelta puedo hablar con algunos compañeros míos que seguro estarían encantados de participar por una noble causa -dijo Brego.
-Sea pues, intentemos buscar más gente igualmente. Al fin y al cabo, es un reino lo que vamos a recuperar -dije.
Balagos se conmovió ante nuestras palabras y no hizo otra cosa que agradecernos y prometernos recompensas una vez finalizada esta gesta.
-Por cierto, ¿dónde está Pangurix? -preguntó Halad.
Perdimos a Pangurix de vista un breve instante y lo vimos bastante a lo lejos llegando al tablón de anuncios del lugar. Nos acercamos rápidamente hacia donde estaba y lo vimos arrancando el cartel de Balagos anunciando que había matado al que lo colgó.
-No me lo puedo creer... -dijo Brego.
En voz alta dijo lo que todos pensábamos. ¿En qué estaba pensando este anciano? Pocos minutos después, los guardias de la feria vino a llevárselo.
Erlendur me hizo una señal indicando que él se quedaba a vigilar junto al guardia a cargo de Pangurix para que no hiciera ninguna tontería más mientras yo me iba a buscar a alguien que me ayudara a sacarle de ahí. Halad y yo finalmente dimos con alguien bastante conocido en Gadesia, Connor Blake del grupo Black Chain, que se encargaba entre otras cosas de dar apoyo jurídico a quien lo necesitara. Nos acompañó ante la celda de Pangurix y alegamos que era simplemente un anciano senil que se inventó lo del asesinato. Mientras el señor Blake daba un discurso sobre la violencia, dos desconocidos dejaron abierta la celda de Pangurix. Y el anciano no hizo otra cosa que salir corriendo. Yo me aparté para evitar ser interrogado sobre su extraña conducta, pero por suerte, el guardia lo dejó estar pero muy a su pesar.
 Halad vio en el tablón de anuncios carteles de los distintos grupos y me arrastró un poco fuera del bullicio diciendo que nos relacionásemos con la gente del lugar, pues sería una buena forma de conseguir alianzas para nuestra campaña. Entre la gente con la que nos íbamos encontrando, un grupo en especial, la Tripulación del Ancora, nos dijo que un anciano acababa de pasar por allí para esconderse y empezaron a apuntarle con sus armas. Enseguida entendí que fue Pangurix así que me disculpé ante la capitana Eleanor Flint del Ancora, la cual resultó ser una persona bastante agradable.
Ella entendió rápidamente la situación e incluso llegamos a hacer un trato beneficioso para ambas partes: nos ayudarían en un futuro a cambio de un lugar para poder desembarcar cuando pudieran, un sitio al cual poder regresar. Les ofrecí el puerto de Andrast, en Gondor. El rey Narmacil, gracias a que Erlendur y yo ayudamos en lucha contra los hombres del este, dijo que podíamos hacer lo que quisiéramos con el lugar pues el puerto ya no se usaba.
Tras el encuentro, poco más hubo que hacer. Participamos en las reuniones y asambleas de Gadesia y hablaron sobre un mal que acechaba la región. La gente hablaba sobre no muertos y un poderoso hechicero. Me sabe mal por estas gentes las cuales nos han dado comida y cobijo entre ellos mientras duraba la feria, pero tenía que dar prioridad a mis compañeros y a nuestro cometido. Balagos también quería unirse a la lucha, la cual era inminente pero lo disuadimos diciéndole que si moría, Himling no podría ser retomada, por lo que aceptó regresar a la Tierra Media.
Al día siguiente, un emisario de la cercana ciudad de Erytheia, llegó diciendo que las fuerzas del hechicero estaban en la costa. Pangurix decidió ir a ayudar en lo que pudiera a pesar de mis esfuerzos para que volviéramos todos juntos.
-Yo iré con él, Galnor -me dijo Erlendur con su seriedad habitual- No dejaré que ese escenario se vuelva a repetir. Mientras tanto, debes prepararte para nuestra llegada.
-Amigo mío, sé que una vez que has decidido algo no es fácil hacerte cambiar de opinión, así que solo espero que vuelvas sano y salvo.
Lidack y Halad también se quedarían lo cual me tranquilizaba. Se que ellos podrán volver, debía creer en ello. Brego y yo volveríamos con Balagos en el barco de Fexsor a iniciar los preparativos para lo que estaba por llegar. Cyrion, prácticamente callado durante nuestros días aquí, decidió también acompañar a Pangurix. Establecimos que nos volveríamos a ver en los Puertos Grises y de allí marcharíamos hacia Himling.

Segundo fragmento del diario de viaje de la Compañía del Águila escrito por Galnor

Gadesia, 12 de Mayo del año 1250 de la Tercera Edad.
-¡Tenemos una misión que cumplir! -anunció Pangurix- ¿Dónde estoy?
Esas fueron las primeras palabras que dijo el anciano en esta tierra, Gadesia. No tenía ni idea de como iba a resultar nuestro cometido. No sabía nada del lugar salvo lo poco que Fexsor nos había contado. Y he de decir que todo ello me inquietaba. La última vez que me adentré junto con Erlendur en territorio desconocido... todo lo que ocurrió será la carga que siempre tendré que llevar.
A medida que nos íbamos adentrando en la isla, pudimos ver más de cerca a los lugareños y a las gentes que venían de varios lugares distintos. Habían incluso seres que en la vida me había imaginado que existían. Sin embargo, el lugar estaba regido por humanos. Un grupo en especial, el Consejo Regente de Gadesia, eran los mandatarios.
A sugerencia mía y de Erlendur, decidimos no participar en la presentación de los distintos grupos que mostraban sus respetos y peticiones al Consejo Regente pues lo mejor era no llamar mucho la atención. Pero incluso con todas las precauciones tomadas, hubieron muchos asuntos que solucionar por nuestra parte.
Entre ellos, Pangurix. Se dedicó a llamar la atención de todos los presentes lo cual fue una jugada arriesgada. Por una parte era bueno pues me dejaba más espacio para la investigación pero otro lado había que estar pendiente de que no le ocurriera nada y no ocasionara problemas a los demás.
Y entre todo el gentío, dimos con alguien que nos dio una ligera información sobre nuestro príncipe desaparecido. Afortunadamente, nos las apañamos para colocar un cartel con su cara en el tablón de anuncios del lugar, a ver si alguien conseguía darnos alguna pista. Por desgracia nadie, salvo esta persona, vio nuestro mensaje.
Aún así, nos dio ciertas pistas sobre el príncipe y nos dijo que posiblemente lo encontremos por aquí. Tras mucho buscar por los alrededores, no obtuvimos nada más. Nos encontramos dos veces mas con la persona que nos facilitó la información y entonces comencé a dudar. Acudí a Erlendur y le transmití mis preocupaciones.
-Algo me dice que ese sabe más de lo que dice -le dije a mi amigo.
-Veo que tú también opinas lo mismo. Tal vez la próxima vez que nos lo encontremos deberíamos hacer algo al respecto.
Y así lo establecimos. Le comentamos el plan a los demás y acordamos arrinconar a esa persona la cual aparentemente conocía sobre Balagos.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Primer fragmento del diario de viaje de la Compañía del Águila escrito por Galnor.

Barco de Fexsor, 10 de mayo del año 1250 de la Tercera Edad

Llegamos a los Puertos Grises. Erlendur y yo fuimos a buscar directamente a Cirdan pues lo conocíamos de algunas pocas ocasiones que pasamos por aquí. El elfo carpintero de barcos se encontraba hablando con otra persona, la cual se notaba que no era de por aquí. Parece que nuestra racha de encuentros aún no terminaba.
-Sabía que vendríais pronto por aquí- nos dijo Cirdan- He estado continuamente oteando en vuestra dirección. Parece que el destino una vez más exige algo de vosotros, Galnor y Erlendur. Y he estado preparando el terreno para vosotros ya que lo que buscáis no se encuentra aquí.
-¿Dónde se encuentra entonces, maestro Cirdan? -le pregunté.
-El hombre que buscáis partió muy lejos de aquí, rumbo al sur. Llegó aquí y me pidió un pequeño barco a cambio de una cantidad de piezas de oro. Supe enseguida quién era y por qué estaba aquí. Atendí a sus peticiones y se marchó sin más.
-¿Alguna pista de hacia dónde pudo haber ido? -le volví a preguntar.
-Eso es lo que estaba a punto de deciros. Hay lugares lejanos más allá de los mares de la Tierra Media y no me refiero a los inaccesibles por los mortales.
-Nunca había escuchado de otros lugares más allá del mar -dijo Erlendur tomando la palabra.
-Porque nunca os había hecho falta saberlo. Sin embargo, el tiempo apremia y ya nos podemos demorarnos más -nos dijo Círdan y, esta vez, se dirigió a todos- Os presento a Fexsor, un navegante de más allá de mar.
Era un ser humano, como nosotros. Sin embargo, noté que sus rasgos eran distintos a cualquiera que hubiéramos visto antes.
-Mi nombre es Fexsor. Viajo por todos lados pues me gusta hacerlo y nunca dudaré de disfrutar de buena compañía y una buena fiesta. Llegué aquí prácticamente por casualidad y... ¡aquí estoy!
Uno a uno nos fuimos presentando ante el marinero. Era la primera vez que conocía a alguien que no fuera de ningún rincón de la Tierra Media.
-Sin embargo, harán falta varios preparativos para marcharnos. Al menos, unas tres semanas antes de partir pues es un viaje largo y necesitamos provisiones entre otras cosas- nos comentó Fexsor- la lejana tierra de Gadesia.
-Jamás había escuchado hablar de ese lugar -dije sorprendido- Por como hablas deduzco que no es la primera vez que vas allí.
-Exacto. Cada año se celebra la Feria del Dragón en ese lugar y allí se reunen personas de todos los rincones del mundo, cada uno movido por sus propios motivos. Es muy probable que la persona que buscáis se encuentre por allí o al menos haya estado de paso.
-De acuerdo. Las provisiones las podemos conseguir rápidamente así que, ¿por qué demorar el viaje?
-Mi navío necesita varias reparaciones. He de decir que estos últimos días de travesía han sido duros. De hecho ha sido una suerte llegar hasta aquí y emcontrarme con Cirdan. El carpintero dijo que tardaría un tiempo en terminar las reparaciones así que hasta entonces, poco podemos hacer.
-¡Podemos llegar nadando! -gritó Pangurix- Seguro que no es tan lejos.
-Son 10 días con viento favorable hasta allí en barco. ¿Seguro que quieres intentarlo? -preguntó Fexsor.
-Ehm... ehm... ¡Secuestro, secuestro!
-Te lo juro, Galnor. Un día de estos lo mato -dijo Erlendur.
-Por cierto, sería buena idea que os fuerais pensando un nombre para vuestro grupo -nos sugirió Fexsor- Todos los grupos que acuden se llaman de alguna forma.
-¡Nos llamaremos la Compañía del Águila! -gritó Pangurix.
-¿Y por qué la Compañía del Águila? -preguntó Halad.
-El estandarte de Himling es un águila, o al menos así me dijo mi maestro. ¡Así que seremos la Compañía del Águila!
Nadie se opuso a lo que dijo Pangurix. Incluso he de reconocer que suena bastante bien, para variar. La Compañía del Águila nos hacemos llamar desde entonces. Estoy escribiendo las últimas líneas de este diario en el barco de Fexsor. Llevamos 9 días ya de viaje. Evidentemente, para no alargar más, he omitido todo desde que Erlendur y yo nos fuimos a ultimar los preparativos para el viaje. Además, el barco estaba bastante maltrecho así que Cirdan tardó un poco más en hacer las reparaciones además de que continuamente le llegaban otros encargos y urgencias al carpintero. Finalmente, tras poco más de un mes, nos hicimos a la mar y desde aquí escribo.
-¡Tierra a la vista! -gritó Fexsor al décimo día por la mañana.
Y ante nosotros, allí, se encontraba la isla donde esperábamos encontrar al príncipe desaparecido.
He decidido que este escrito ya no será como los demás. A partir de ahora, he de narrar las peripecias de la Compañía del Águila.

Decimotercer fragmento del diario de viaje de Galnor

Puertos Grises, 20 de marzo del año 1250 de la Tercera Edad.
Salimos de la taberna tras la conversación. Pangurix siguió declarando sobre la misión y decidí que lo mejor era movernos y hablar en algún lugar apartado de la ciudad pues no parecía la información que debería caer en manos de cualquiera.
-¡Hay que cumplir la misión! -repetía Pangurix.
Los otros me miraban como si yo supiera que hacer en esta situación. A mi también me pilló desprevenido todo esto. Realmente no tenía ni idea de lo que iba a pasar a partir de ahora. Solo sé que esto sonaba realmente importante, lo suficiente para que este anciano saliera a buscarnos a todos.
Tras conseguir que se calmara un poco, volvimos a la taberna y nos alojamos allí pues era muy tarde. Un enano de Moria, llamado Lidack se unió a nosotros alegando que tenía ganas de aventuras. Halad y Brego mostraron desconfianza pero Erlendur y yo hablamos con el enano y le preguntamos acerca de las últimas noticias en Moria pues hace tiempo que no visitabamos el lugar. Poco había que contar aunque nos mencionó algo sobre orcos acechando de vez en cuando las montañas, aunque luego nos calmó ya que dijo que los enanos de Moria y los Hombres Errantes estaban trabajando juntos para deshacerse de este mal juntos.
A la mañana siguiente, partimos en dirección a los Puertos Grises. Pangurix había dicho que Balagos se marchó y tuvo que refugiarse lejos de Himling y no se me ocurría otra persona a quien preguntarle si lo había visto que Cirdan, el carpintero de barcos. Cirdan tiene la vista más aguda de toda la Tierra Media y si alguien sabía algo del paradero del príncipe, era él.
Empezamos a recorrer el camino hasta los puertos, que no era poco precisamente. Por el camino, algunos bandidos intentaron asaltarnos aunque sin mucho éxito. Me fijé en que todos tenían una buena capacidad para la lucha aunque Lidack, como todo enano terco y de fuerte carácter, apenas quería atender a mis instrucciones aunque poco a poco eso fue cambiando.
Tras cuatro días de marcha a caballo, los cuales conseguimos en Lond Daer, empezamos a ver que faltaba poco para llegar.
-¡Soy un magooo! ¡Vivo en el bosqueeeee! -canrurreaba Pangurix.
Los demás nos habíamos ya acostumbrado a sus delirios. Aunque a mi me seguía molestando que quisiera hacerse cargo de todo y ni siquiera sabe donde está parado.
De repente, el caballo de Pangurix se movió hacia una zona de hierba para poder comer.
-Em... ¡Erlendur! ¡Secuestro, secuestro! -comenzó a gritar el anciano.
Vi a Erlendur aplastar una manzana que tenía en su mano. Su descontento ya superaba el todos los presentes.
-Galnor, detenme o te juro que lo mato y no me arrepentiré de ello -dijo Erlendur.
-Calma, amigo. Dentro de poco llegaremos y empezaremos nosotros a tomar las riendas del asunto.
Y así lo creía. Durante todos estos años siempre me he sentido intranquilo si no era yo quien dirigía las cosas. Siempre prefería que si algo fallaba, yo fuera el responsable de solucionarlo. Espero que la labor de Pangurix no vaya mas allá de reunirnos y ejercer de enlace. Y me daba la impresión de que todos pensaban igual. Lidack siempre iba junto a Erlendur. Halad me avasallaba a preguntas pues nunca había salido a recorrer el mundo. Brego hablaba con todos regularmente. Solo Cyrion iba mas callado. Y entre todo eso, Pangurix siempre soltaba algún comentario que no venía a cuento. Este es el variopinto grupo de personas que nos hemos reunido para ayudar a un desconocido.

Y por fin, llegamos a los Puertos Grises.

lunes, 18 de marzo de 2019

Doceavo fragmento del diario de viaje de Galnor

Lond Daer, 15 de marzo del año 1250 de la Tercera Edad
No me lo podía creer. ¿A esto nos había conducido el destino? Un anciano que ni siquiera sabía donde estaba parado. Hice acopio de energías para finalmente preguntarle ya que a fin de cuentas, dudo mucho que la dama Galadriel nos hubiera mandado directos a una broma.
-A ver, a ver. Uno, dos... eh... ¡Cinco! ¡Sois cinco! ¡Los cinco de los que me hablaron Gandalf y Radagast!
Ante la mención de dos de los magos, me puse de pie. De Radagast solo escuché que vive en los bosques y nunca sale de ahí. En cambio, a Gandalf lo conocí una vez. Durante los dos años de mi adiestramiento él vino una vez a Rivendel a tratar un asunto con Elrond. No sé de que hablaron pero si es cierto que al finalizar su conversación, la cual duró bastante tiempo, me mandaron a llamar para atender una leve herida que el mago venía arrastrando todo el viaje. Diligentemente traté la herida y no hubo mayores problemas.
-¿Es él? -le preguntó Gandalf a Elrond.
-Si, lo es. Todavía está bajo mi tutela pero se que será de bastante utilidad.
-Sea pues -dijo el mago mirándome- El destino es algo que ni siquiera los magos podemos controlar. Es algo inevitable. Solo podemos decidir que hacer con el tiempo que se nos ha concedido. Y tú debes decidir en el futuro entre lo correcto y el deber.
Un grito del anciano llamado Pangurix me hizo salir de mi ensimismamiento y que me volviera a enfocar en lo que estamos.
-¡Tomad estas espadas! ¡Mi maestro dijo que os las diera!
Me fijé en las espadas. Estaban bastante deterioradas y desde luego ya no servían para el combate.
-¿Por qué nos das éstas armas que ni siquiera sirven para la lucha? -dijo Erlendur con un tono que denotaba claramente su enfado.
-¡Mi maestro me envió en una misión con estas espadas! ¡Se las debía entregar a 5 usuarios dignos de ellas!
-¿Podrías dejar de gritar? -preguntó Brego.
-¡Yo no estoy gritando! ¡Tú estás gritando! -respondió el anciano.
-Oye Pangurix -esta vez Halad tomó la palabra- ¿De dónde vienes?
-Esto... A ver... ¿Dónde estoy? Ah si... Vengo del Bosque Negro y soy aprendiz del mago Radagast.
-¿Aprendiz de mago? Eso quiere decir que sabes magia -dijo Halad ilusionado.
-Eh... ¡Si! Soy un magooo -se puso a tararear el anciano.
-¿Nos podrías enseñar algo entonces? -volvió a preguntar Halad.
-Eh... ¡Secuestro, secuestro! -gritó Pangurix.
-¡Que dejes de gritar de una vez! - dijo Brego.
-¡Yo no estoy gritando! ¡Tú estás gritando!
-Bueno, bueno -interrumpí ya que la conversación no iba a ninguna parte- ¿Por qué nos has reunido aquí?
-¡Cierto! ¡Tenemos una misión! Mi maestro me mandó a encontrar a personas capaces de ayudarme a llevarla a cabo. ¡El príncipe Balagos de Himling esta desaparecido y debemos encontrarlo para que juntos recuperemos su reino!
¿Un príncipe desaparecido? El nombre de Balagos me sonaba, desde luego. Los rumores cruzan las montañas de un extremo a otro y algo he oído sobre un despiadado príncipe que escapó para no ocupar su puesto como rey ya que disfrutaba del libertinaje. Sin embargo, si algo me enseñó Elrond, fue a comprobar las cosas de primera mano.

Onceavo fragmento del diario de viaje de Galnor

Lond Daer, 15 de marzo del año 1250 de la Tercera Edad.

Lond Daer. Ciudad marinera. Hace tiempo era una importante ciudad de Arnor pero con el tiempo se convirtió en un puerto normal.
Erlendur y yo llegamos después de unos días de viaje. Decidimos dar un rodeo pues no me entusiasmaba precisamente la idea de atravesar un fragmento del bosque de Fangorn, hogar de los ents. Aunque a Erlendur no le importaba, decidí que sería mejor un viaje tranquilo y sin muchos problemas.
Preguntamos sobre la ubicación de la taberna "La barba polvorienta". Después de escuchar las indicaciones de los lugareños, nos dirigimos al lugar de encuentro que nos indicó Galadriel.
-Espero que no sea nada extraño, aunque, teniendo en cuenta quien nos envía, mucho me temo que acabaremos involucrados en algo mucho mayor- le dije a Erlendur.
-¿Y eso te asusta?- respondió mi amigo- En caso de que algo ocurra, ya me ocuparé yo de repartir los golpes.
Erlendur se había vuelto incluso mas confiable que antes a lo largo de los años. Se llevó la mano a su espada y me hizo un gesto dándome a entender que no pasaría nada. Un recuerdo invadió mi cabeza al ver la espada de mi amigo, pues ya he mencionado en escritos anteriores las capacidades de este arma.
Al partir de Rivendel, mucho tiempo atrás, Erlendur dejó el regalo de Celeborn en la ciudad diciendo que ya la recogería a su vuelta. Algunos elfos del lugar pecaron de insensatos y escucharon sobre la espada por lo que muchos incrédulos intentaron levantarla sin éxito. Hubieron bastantes lesiones por lo que pude poner en práctica algunas técnicas de Elrond aunque no fuera el escenario en el que más me hubiera gustado poner en práctica mis habilidades.
Encontramos el lugar después de caminar un rato. Debido a las horas que eran, todavía había muy poca gente, la gran mayoría descansando un poco de su día a día habitual. Sin embargo, habían dos personas que destacaban por encima de los demás en la taberna. Saltaba a la vista que eran de lejos, en uno de ellos pude reconocer algunos rasgos de los habitantes de Rhovanion. Observaban pasar a todo el mundo como si estuvieran esperando a alguien que ni siquiera ellos conocían.
Le hice un gesto a Erlendur y nos acercamos a preguntarles ya que algo me decía que estaban metidos en la misma refriega que nosotros.
-Muy buenas, caballeros -comencé diciendo- He notado que no sois de por aquí. Por un casual... ¿a vosotros también os ha citado en este lugar un anciano de extraño aspecto? - eso último lo añadí ya que no conseguí reproducir exactamente la descripción que me dio la dama Galadriel.
-Si, veo que a vosotros también os han hecho llegar ese extraño mensaje acerca de una misión -me dijo el procedente de Rhovanion.
-Entonces los cuatro hemos sido citados por este extraño azar del destino- dije.
-¡Querréis decir cinco! - proclamó otro hombre que venía hacia nosotros.
-¡Oh, cinco somos entonces! - dijo el acompañante del de Rhovanion.
-¡Exacto! ¡Mi nombre es Cyrion de los Frombaat y...!
-¡Disculpadme por mi falta de cortesía! Yo soy Galnor y este de aquí es Erlendur -dije señalando a mi amigo.
-¿Galnor? ¿El consejero del rey Vidugavia durante la batalla contra los orientales? ¡Y Erlendur ni más ni menos, el asesino de 50 hombres! ¡Encantado, mi nombre es Brego!
-Veo que todos tenéis una historia que contar -dijo el restante- Soy Halad, un humilde herrero aunque también me dedico a otras labores.
Erlendur y yo nos miramos ante la mención de aquella batalla. No es un episodio que queramos recordar pues muchas bajas hubieron por ambos lados. Afortunadamente, pudimos regresar con vida para contarlo y desde entonces nuestros nombres son conocidos en el reino de Rhovanion.
Continuamos charlando unos cuantos minutos cuando de repente, la puerta de la taberna se abrió de par en par. Una imagen un tanto ridícula apareció ante nosotros; un hombre bastante anciano con una túnica negra y apoyado en un bastón pero que intentaba darse aires de grandeza.
-¡Bueno, por fin he llegado! - gritó el anciano- ¡Me llamo Pangurix! ¿Donde estoy?

lunes, 11 de marzo de 2019

Décimo fragmento del diario de viaje de Galnor


Lorien, 12 de Marzo del año 1250 de la Tercera Edad.
Muchos años han pasado desde entonces. Hace 26 años Erlendur partió hacia Carlodan para curtirse aún más como guerrero y expiar de alguna forma lo que él considera incluso a día de hoy un fracaso absoluto. Yo, mientras tanto, he estado estudiando desde entonces con Elrond en Rivendel distintas materias que me servirían tanto como una afilada espada o incluso más dependiendo de la situación: medicina, política, nuevas tácticas militares…
Poco más de 2 años después de la partida de mi amigo, volvió a Rivendel. Ese mismo día, nos encontramos con Elrond. El señor de Rivendel preguntó a Erlendur sobre su vida en el ejército del norte durante bastante tiempo, y también le puso al corriente de mis progresos.
-Y ahora- dijo Elrond- partiréis en un largo viaje. Ambos tenéis que monstrarme que estos dos años no han sido no han sido en vano para ninguno.
Elrond se quedó pensando unos breves segundos hasta que finalmente nos mandó en dirección a Gondor. Nos dijo también que regularmente volviéramos por aquí y nos seguiría asignando más misiones. Añadió también que esto forma parte del aprendizaje en sí mismo, pues no hay mejor profesor que la experiencia.
Desde entonces, mucho hemos recorrido. Pero eso son historias para otro momento.
Actualmente nos encontramos en Lorien. La dama Galadriel nos mandó llamar pues algo que nos afectaba a nosotros le fue revelado en sus tantas visiones. Esta vez esperó a que se hiciera de noche para revelar lo que nos quería mostrar.
-Venid aquí y mirad lo que os aguarda- nos dijo Galadriel invitándonos a que miráramos en su espejo hecho de agua cristalina.
Me di cuenta de que lo que vimos era de un futuro bastante inmediato. Y además tanto Erlendur como yo vimos exactamente lo mismo. Un anciano de extrañas vestimentas negras y larga barba apareció ante nosotros en lo que parecía una taberna. Acto seguido, apareció el nombre del lugar en un tablón de madera que colgaba por ahí “La barba polvorienta”. Ese sería nuestro destino ahora.
“Ten cuidado, estratega, pues tal como afirmé varios años atrás, el destino comienza a moverse de nuevo. Y vosotros tenéis el papel principal en esta afrenta. Sin embargo, en un futuro no muy lejano, tendrás que presentarte ante mi nuevamente”, fueron las palabras de la dama del bosque.
Lond Daer era el lugar al que debíamos ir pues la taberna allí se ubicaba. Nos pusimos en marcha a la mañana siguiente, esperando que nuestro destino no fuera esta vez tan funesto…

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Noveno fragmento del diario de viaje de Galnor

Rivendel, Día 30 de Marzo del año 1224 de la Tercera Edad. 

Volvimos de Angmar, angustiados por el resultado obtenido. No fue un fracaso total, pero en mi interior sentía el amargo sabor de la derrota. No solo no habíamos conseguido salvar a Fizel sino que su hermana Mellidian había caído en combate. Kennor, líder de los Hombres Errantes también fue una baja significativa. Y eso sin contar a los heridos y caídos por parte de nuestros aliados que lucharon junto a nosotros en esta batalla. 
 Hicimos todo el camino de vuelta en silencio. Quedó demostrado que todavía tengo mucho que aprender y que, a pesar de haber vuelto casi todos, fue un mazazo contundente.  
Volvimos hace 4 díasel 27 de marzo, y enterramos a los caídos en las afueras de Rivendel a excepción de Mellidian y Fizel cuyo entierro se haría al día siguiente. Guardamos todo ese día de luto por nuestros camaradas que ahora yacían en el sueño eterno.  
Elrond fue quien dirigió la ceremonia de entierro de los hermanos. Acudieron todos los elfos del lugar, la gente de nuestro grupo e incluso algunas personas de los reinos del norte y Moria. Hasta Galadriel de Lorien mandó una comitiva para presentar sus respetos. Varios elfos cantaron por ellos y varios instrumentos sonaron ese día. Se contaron historias y se hizo hincapié en ellas en la aparición del Rey Brujo de Angmar y la herida que Erlendur le infligió y nuestra entrada triunfal a lomos de las Águilas. Pero ni siquiera eso me hizo sentir mejor.  Solo quería que el día terminara y poder retirarme a descansar. 
Erlendur se levantó incluso menos enérgico de lo que debería estar. Insistió en irse de Rivendel a pesar de sus heridas y en cierto modo conseguí retrasar su marcha. Me dispuse a hablar con él e intentar calmar sus pensamientos. Se esforzó en mirarme como siempre pero el pesar, la angustia y ese sentimiento de ira y remordimiento por no haber podido hacer nada se le notaban en la cara. Pero aún con todo eso, había más desconcierto que otra cosa. 
-Anoche Mellidian me habló en sueños -me dijo mi amigo. 
Escuché con atención su relato. Y dijo algo que me desconcertó. 
“Adepto a la guerra”, dijo mi amigo. Eso le dijo Mellidian antes de desvanecerse para siempre.  
“Hijo del destino” y ahora “Adepto a la guerra”. ¿Qué puede significar esto?  
Nos dirigimos a Elrond y le planteamos nuestras dudas. Nos contó que el futuro nos reservaba algo y que debíamos estar preparados para cuando llegue.  
-Ni siquiera yo puedo ver más allá de esto pues un poder superior es quien está obrando. Sin embargo,  que puedo ver que vosotros tomaréis parte en algo que escapa a las manos de todos. Muchos más vendrán, incluido un anciano, pero vosotros jugaréis un papel especial en toda esta historia. No os puedo decir más salvo que os mantengáis firmes y os preparéis adecuadamente. 

Nos marchamos de ahí Erlendur me frenó al poco tiempo. Dijo que le había llegado una petición desde Carlodan para trabajar como guerrero ya que se sentían impresionados por sus habilidades tras la batalla de Angmar. Me dijo que aceptaría su propuesta y que no nos veríamos por un tiempo.  
-Si crees que eso es lo que debes hacer, no te detendré, pero por favor, no tomes esto como una forma de venganza. 
-Simplemente sé que debo mejorar mucho en este aspecto. La próxima vez, los derribaré a todos y nadie más preciado para mí caerá de nuevo sin yo hacer nada. No es una declaración de venganza sino de justicia, pero siempre que se derrame sangre inocente, será la de Fizel y Mellidian  –me dijo en tono sombrío aunque decidido. 
No me sentía con fuerzas para responderle. Sabíamos que esto nos iba a pesar para siempre y aunque en espíritu seguían con nosotros, sus muertes nos habían ocasionado más daño de lo que me había imaginado. Un escalofrío recorrió mi espalda como si de un mal augurio se tratara. Miré a Erlendur y desde luego se notaba el cambio en tan poco tiempo. Ahora se le notaba incluso más serio y frío que de costumbre. “No soy quien para cuestionar”, me dije. Yo mismo había tenido parte de culpa en todo esto al no disponer bien de las defensas y arrastrar a todos conmigo. Solo yo tenía que haber partido a la tierra de hielo a rescatar a Fizel y, sin embargo, muchos cayeron por mi falta de competencia. No solo no fui capaz de guiar a los nuestros a la victoria, sino que encima tuvimos varias bajas importantes.  
Ya era de noche y decidimos irnos a dormir. Incluso siendo sueños tormentosos, lo necesitábamos con urgencia. 
A la mañana siguiente Erlendur partió temprano. Las despedidas no son lo suyo así que se fue en silencio y sin avisar a nadie. Sin embargo, yo ya sabía que haría así que me adelanté y lo fui a esperar a la salida del lugar. Me fijé en que llevaba el anillo de Mellidian colgado al cuello y no llevaba sus armas. 
-Las dejo aquí. No es que me vaya a marchar para siempre y dudo mucho que esa extraña espada vaya a irse a algún lugar. Si pasas por Lorien, dile al caballero Celeborn que agradezco su regalo –me dijo- Nos vemos, Galnor. Nuestros destinos siempre estarán atados por muy lejos que me vaya. 
Y partió. Era su manera de intentar superar esto. Así es él, siempre yendo hacia adelante sin importar lo que pase.  
Yo mismo reflexioné sobre el viaje que tenía pensado hacer, pero me di cuenta de mi fallo. ¿Qué haría? No tenía ningún plan acerca de donde ir y qué hacer. Si de verdad quiero ser útil en el futuro, tendré que disponer de nuevos métodos que no solo se apliquen a la guerra. Intentaría evitar todo conflicto que me fuera posible. Fue entonces cuando pensé en Fizel, mi amigo fallecido por causas aún desconocidas.  

Nuevamente me dirigí a Elrond, el cual me comentó acerca de Erlendur y de su partida a Carlodan. Me preguntó sobre mis planes para el futuro y, tras mucho reflexionar, le dije: 
-Mi señor Elrond, quisiera aprender el arte de la curación. Sé que es una petición extraña pero todavía sigo intrigado con la muerte de Fizel pues no le hallo ningún sentido. Y sé que aprendiendo esto, mis dudas podrían quedar disipadas. 
-Fizel murió por las heridas del Rey Brujo. Aunque estuvo a un paso de convertirse en un espectro. Encontramos esquirlas de un puñal de procedencia desconocida, pero si es sabido que luego de ser herido con esa arma Fizel dejaría de ser él mismo –me contestó Elrond- Sé que hay algo más por lo que quieres aprender de mí. 
-Quiero salvar a toda la gente que me sea posible pues pienso viajar por todo el mundo en el futuro. Y sé que con la curación podré triunfar en esta tarea. 
-No será fácil y tampoco seré benevolente. Aprenderás de mí y podrás cumplir con tu cometido, estratega. Partirás a Lorien antes por petición de Galadriel y luego volverás. Ahí será cuando comience tu formación. Y he de decir que no solo te entregarás a eso, sino a otros ámbitos. 
Una semana me tomó el ir y volver de Lorien. Acudí ante la dama del bosque la cual amablemente me ofreció una bebida y me dio el pésame por lo ocurrido en Angmar. También a ella le transmití el misterioso mensaje que Mellidian nos estuvo intentando transmitir. 
-Hijo del destino, así te llamó antes de irse. Y a tu amigo, adepto a la guerra. Todo sigue su rumbo según el destino puesto en cada uno de nosotros. Y tú, estratega, tienes todavía un papel que cumplir en todo esto. Mientras sigas creyendo en que el mundo se puede vivir en paz, todavía hay esperanza en los tiempos sombríos que se acercan.  
Galadriel me pidió el frasco que había puesto a mi cuidado. 
-Cuando el destino se ponga en marcha de nuevo, acude a verme. La luz de Ëarendil será tu guía cuando todo deba suceder. Mientras tanto, debes prepararte hasta entonces. Parte, Galnor. Cumple con lo que te ha sido asignado al igual que Erlendur también lo hace a su manera. 
Al volver a RivendelElrond vino a buscarme. Me iba a pasar los próximos dos años estudiando acerca de las plantas medicinales, pócimas, ungüentos y todo tipo de remedios para curar enfermedades y heridas. Y no iba a acabar ahí. También mis habilidades estratégicas habrían de mejorar al igual que mi uso de la palabra y la astucia. El propio Elrond fue quien me dijo que, a pesar de que yo también supiera luchar, hay otras formas de ser útil a los que me rodean además de emplear una espada. Aunque tampoco significaría que dejaría de lado el poder defenderme en caso de emergencia.  


Mis pensamientos se dirigieron a Erlendur y como sobrellevaba su nueva vida. A pesar de ser bastante bueno luchando, todo sería nuevo para él puesto que tendría que someterse a cierta disciplina. En la semana que pasé fuera al visitar Lorien, mi amigo consiguió hacerme llegar una carta relatando brevemente lo que había. Me decía que en dos años nos veríamos de nuevo. 
-Empecemos, pues –dijo Elrond- La Athelas es... 

Última nota: decido no volver a tocar este diario hasta pasados los dos años. Yo mismo quiero ser consciente de lo que he mejorado en ese tiempo.